En este país, todos somos hijos, nietos y biznietos de la guerra civil. Aquella que ocurrió por el año 1936 y duró hasta 1939.
De aquel conflicto entre españoles, entre familias, entre amigos, nos sigue quedando el odio, el rencor y la venganza. 62 años después, aún no hemos sido capaces de comprendernos mutuamente, unos a otros, los que lucharon para defender la democracia y al gobierno elegido por los ciudadanos y los que se sublevaron contra ella y contra ellos; los vencedoros y los vencidos. Seguimos siendo un país con escasa capacidad de amar, de dar, de incluir, de perdonar, de comprender y de mirar hacia adelante.
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Somos incapaces de reconstruir, todos juntos. Lo vemos en las campañas electorales, en las elecciones, en el ejercicio de las mayorías absolutas, en la prensa escrita, en el cine, en el fútbol, en los sermones, en la política, en las empresas, en las escuelas, en las familias, en todos los ámbitos de la vida cotidiana. Lo estamos viendo ahora, con el "y tú más", en la desaparición de derechos, en las actuaciones desmesuradas de quienes nos tienen que defender.
Sólo vemos aquello que nos interesa como individuos pertenecientes a un grupo. Seguimos fielmente los intereses del grupo por encima de los intereses de los ciudadanos en su conjunto. No reconocemos como nuestros hermanos de "nación" o de "país" a todos los españoles, como puedan hacer los americanos (ellos también son hijos, nietos y biznietos de su guerra civil). Sólo reconocemos como hermanos de "nación", a los que pertenecen al mismo grupo que nosotros, a los que tienen las mismas creencias, los mismos valores, a los que " son como nosotros" y odiamos profundamente, y esta profundidad depende de la época en la que estemos, a los que no piensan como nosotros, no son del mismo color político, no tienen las mismas creencias, no van por el mismo camino.
Esta dualidad de sentimientos, sería positiva si estuviera enmarcada dentro de las diferencias que deben existir entre los humanos para poder crecer. Pero en este país, a esta dualidad, hace tiempo que la hemos etiquetado según conveniencia: rojos vs nacionales; conservadores vs socialistas, "de izquierdas" vs "de derechas", empresarios vs trabajadores, católicos vs herejes/ateos (en la actualidad no creyentes); ricos vs podres y un largo etcétera.
En este país el contexto de estas diferencias, se ha mantenido a lo largo de estos años, pasando de padres a hijos como una herencia genética. Excluimos desde tempranas edades a todo aquel que no nos gusta. Nos importa muy poco la esencia de las personas; nos regimos por su exterior, cómo visten, dónde viven, a qué colegio van, dónde trabajan, qué coche tienen, que periódico leen y según los datos que recojamos, los etiquetamos cómo: "de los nuestros" o "de los otros".
Los que ganaron la guerra civil, perdieron, al excluir a los que la perdieron y al hacerlo se desvincularon de su pasado y de sus antepasados.
Los que la perdieron, perdieron , al excluir a los vencedores y también se desvincularon de su pasado y de sus antepasados.
Ambos bandos fueron y siguen siendo incapaces de comprender al otro, de aceptar e incluir a todos. Siguen siendo incapaces de construir un país con todos y para todos y no sólo con partes y para partes.
Dice Bert Hellinger: "no se trata de perdonar nada, sino de comprender que nada de lo que alguien haga le puede privar de su derecho a la pertenencia".
Hemos olvidado que todos, sin exclusión alguna, pertenecemos a un país que necesita de todas sus partes para ser. Este país es la suma de todas sus partes, no la resta, según quien gobierne.
Hemos olvidado o quizás ni siquiera nos hemos parado a pensar que todos nacemos vinculados.
Ya es hora de dejar las cosas en su sitio, aceptarlas, comprenderlas y mirar hacia adelante y eso va, en primer lugar, para todos los ciudadanos pero muy en especial para los políticos. No se puede legitimar con los votos una mirada hacia atrás, y aplicarla en la forma de actuar, de hacer, de mirar, de hablar. Los votos que sostienen a un gobierno, son prestados; no para establecer un ambiente de miedo generalizado (mirada hacia atrás), sino para crear un presente en el que quepamos todos, sin exclusiones.
El pasado es nuestra historia, en él hay incomprensión, odio entre hermanos, fuerza por encima de razón, egoismo, deberes, ausencia de colores, presiones, angustia, hambre e incultura. El presente es dónde estamos, dómde vivimos, dónde amamos y comprendemos, es el color, las posibilidades, los derechos, la convivencia, el trabajo en equipo, y por muy negro que lo veamos ahora, sigue siendo presente. El futuro está por escribir.
La solución a nuestros problemas no está en el pasado sino en el presente. Sólo necesitamos abrir los ojos, dejar el miedo atrás y aceptar la realidad, por muy cruda que sea, y aceptarnos a nosotros mismos , tal y cual somos.
No dejemos el presente para volver al pasado, el pasado no nos llevará al futuro.
Hasta pronto
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